25/4/11

El albaricoquero

 

12 albaricoque - la canaleja 2

 

Te lo tomaste como una pequeña venganza.

Sabías que yo le tenía un especial cariño. El no tenía nada que ver con nuestra separación.

Me llamaste  el verano pasado y me dijiste que el “Tano” vino un día con la motosierra, lo cortó en pedacitos, puso los trozos apilados en el lavadero, bien ordenados, y que si me interesaba, fuera por unas bolsas y me los llevara.

Dijiste que había crecido demasiado, que ya molestaba.

Por supuesto no tuviste en cuenta que él ya estaba allí antes de que llegarámos nosotros, y menos te acordarás de todo lo que nos dio.

Cuando nos establecimos  y compramos la casa que fue justamente por ese jardín que daba un respiro al departamento, el primer año que vivimos allí, vimos su copa de flores de nieve y supimos que para el nacimiento de nuestro hijo daría sus frutos maduros. Nos albergó en el patiecito con su sombra, en las tardes de verano, y los niños jugaron en su territorio. Las mermeladas que preparé año tras año, en la cocina, mientras por la ventana él mecía sus ramas, cómplice del viento y mi mirada.

Pero hoy, casi un año después, me decidí a recoger sus restos, no me los puedo llevar todos juntos, pero con la ayuda del pibe, poco a poco, en bolsas de plástico, me lo iré llevando.

Esta mañana, que me levanté un poco más temprano, mientras la niebla de primavera, con su frío me helaba los huesos, abrí el baúl del auto y saqué las dos bolsas que traje ayer. Limpié la chimenea y organicé con el resto de los diarios y cartones un fueguito para ir calentando la casa. Mientras las chispas saltaban, fui agregando uno a uno esos tronquitos que el Tano cortó con tanto esmero. Mirando el fuego lamiéndolos dije para mis adentros una oración de agradecimiento.